Entorno: Los manglares de Panamá, escenario privilegiado para las aves migratorias del continente americano

En la Bahía de Panamá, a pocos kilómetros de los rascacielos de la capital, más de cien especies de aves migran cada año por los manglares de Juan Díaz, sus manglares y árboles frutales de los que las aves hacen su alimento. .

Los manglares de Panamá son una «etapa estratégica» para las aves migratorias entre el norte y el sur de América, quienes encuentran allí «alimento y almacenan la energía que necesitan para continuar el viaje», explica a la AFP Rosabel Miro, directora de la Sociedad Audubon para la la Defensa del Medio Ambiente.

Loros, iguanas, cangrejos, camarones y mariscos también abundan en las aguas pantanosas entre las raíces de las palmeras. Algunas aves son nativas del Ártico, Alaska, Canadá, las selvas amazónicas o incluso de Chile y Argentina: azucareros de vientre amarillo, tangaras, mirlos, paseriformes… migrando entre América del Norte y del Sur. “Aquí golpean. Comen, se alimentan de lo que les dejamos y de lo que encuentran en los humedales. Es como un balneario de pájaros”, se entusiasma Rosabel Miró.

El Manglar Juan Díaz es monitoreado de cerca por la Convención Ramsar para la protección de los humedales, considerado uno de los hábitats estratégicos más importantes del Hemisferio Occidental para la migración de aves.

Según el ministro de Medio Ambiente de Panamá, las costas del Pacífico y el Caribe del país albergan la mayor diversidad de manglares de América, con 12 de las 75 especies catalogadas a nivel mundial.


– Ecosistema Amenazado –

Pero esos manglares ahora cubren solo 165.000 hectáreas, menos de la mitad de lo que eran hace menos de medio siglo. Según el ministro, las actividades ganaderas y agrícolas, así como la construcción y las obras públicas, son las principales amenazas para estos humedales costeros.

Y las aves tienen que compartir los manglares con latas, botellas de plástico, llantas o zapatos viejos traídos desde los estanques.
“Todo lo que se lleva por los ríos termina en el mar y luego en los manglares”, lamenta Natalia Tejedor, investigadora de la Universidad Tecnológica de Panamá.

Los manglares no solo son valiosos para las aves: protegen las costas de la erosión y sustentan muchas especies marinas comerciales. Después de todo, son sumideros efectivos de carbono y gases de efecto invernadero.

Por eso, la tranquilidad de los manglares de Juan Díaz se ve perturbada regularmente por el crujido de los pasos de los visitantes que los custodian: los instrumentos que salpican una torre de 30 metros miden la radiación solar, el secuestro de carbono y la humedad.

Los datos recopilados permiten conocer en detalle el aporte de los manglares a la protección ambiental, explica Natalia Tejedor.
“¿Cómo podemos instar a los tomadores de decisiones a proteger los manglares? (Al) mostrar su utilidad. Entre otras cosas, para la unión del carbono”, explica el investigador. “Con los Acuerdos de París (para combatir el cambio climático), ahora todos los países están afectados”, subraya.

Los manglares “son la primera barrera entre la tierra y el mar, son indispensables. Simplemente son el primer bosque que nos protege”, dice Juliana Chavarria, ingeniera del proyecto Charbon Bleu que estudia este entorno.

Según las autoridades panameñas, el país es uno de los pocos que tiene una huella de carbono negativa, lo que significa que absorbe más gases de efecto invernadero de los que emite.

En la lengua precolombina de los pueblos indígenas, Panamá significa “abundancia de peces, y abundancia de peces es abundancia de manglares.
Al proteger estos ecosistemas aseguramos nuestros alimentos y nuestros recursos”, enfatiza Juliana Chavarria.


AFP

Pío Toribio

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