El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) entregó este jueves a las autoridades panameñas un centenar de nichos funerarios para migrantes fallecidos durante la peligrosa travesía de la selva del Darién con el objetivo de una vida mejor en Estados Unidos.
Estas bóvedas fueron construidas entre restos de tumbas en el cementerio del pueblo de El Real de Santa María, a unos 300 kilómetros al sureste de Panamá.
Las autoridades panameñas están abrumadas por los cientos de miles de migrantes que cruzaron las selvas montañosas y pantanosas del Darién desde Colombia en 2022. Más de 58.000 personas han tomado esta ruta desde principios de año, después de que Panamá registrara un récord de 248.000 personas en 2022.
La mayoría de estos inmigrantes provienen de Haití, Venezuela y Ecuador, pero los asiáticos, particularmente chinos e indios, así como los africanos, particularmente cameruneses y somalíes, también toman esta peligrosa ruta.
Según el director del Instituto Panameño de Medicina Forense, José Vicente Pachar, al menos 52 migrantes murieron el año pasado ante esta selva de 575.000 hectáreas sin red vial, llena de mosquitos y serpientes, llena de barrancos y donde operan bandas criminales. . Sin embargo, el número de víctimas es sin duda “mucho mayor”, subraya.
“El número exacto de migrantes que mueren en el viaje es incierto, ya que todo depende de la información que pueda recopilarse de los migrantes supervivientes”, señala Marisela Silva Chau, directora regional del CICR.
Los cadáveres son enterrados en los nichos previa recogida de datos que permitirán su posterior identificación y entrega a los familiares que los soliciten.
«El objetivo es respetar las normas internacionales y tratar a los fallecidos con dignidad y respeto», afirmó Pachar a la AFP.
“Se dicen tantas cosas terribles sobre lo que les sucede a estas personas en su viaje que tenemos que admirar a estos inmigrantes. Y la única manera de apoyarlos es que los que mueren puedan descansar en paz”, dijo a la AFP el líder del pueblo de El Real, Pedro Pablo Mendivil, de 67 años.
Sin embargo, los residentes inicialmente se opusieron a la construcción de cementerios porque temían que los extranjeros invadieran su pacífica comunidad a orillas del río Tuira, al que se puede llegar en canoa desde Yaviza, donde termina la Carretera Panamericana.
Los inmigrantes deben “recibir un entierro digno”, subraya el sacerdote de El Real Claudio Guerrero, que bendijo la tumba el jueves.
«Algunos se han quejado», pero el cementerio «es la casa de todos», comenta Alfonso Medina, un sexagenario vecino de El Real.
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