Los Estados africanos se han comprometido, tanto de forma independiente como colectiva, a combatir los flujos financieros ilícitos y recuperar activos robados. Sin duda, deberían intensificar sus esfuerzos para cumplir estos compromisos. Sin embargo, dado que los flujos financieros ilícitos cruzan fronteras, es esencial cerrar las lagunas en las regulaciones de los países que sirven como puntos de tránsito o destino para la salida de fondos que salen del continente.
Aunque la muestra de casos que analizamos no es representativa del fenómeno más amplio de los flujos financieros ilícitos de África, los resultados de este estudio son consistentes con investigaciones previas sobre las características definitorias de la corrupción y el lavado de dinero asociado: patrocinadores extranjeros y estructuras corporativas opacas.
Nuestros hallazgos resaltan la necesidad de someter a los profesionales que brindan estos servicios de alto riesgo a obligaciones contra el lavado de dinero. Los abogados, contadores, proveedores de servicios empresariales y otros profesionales involucrados en actividades que podrían ser objeto de abuso por parte de personas corruptas y blanqueadores de dinero se encuentran en una posición privilegiada para identificar comportamientos sospechosos. Se les debería exigir que lo hagan.
Los gobiernos de todo el mundo necesitan monitorear y controlar a estos profesionales de manera más efectiva. Los cómplices deben ser investigados y procesados. En particular, los gobiernos de los países que brindan servicios extraterritoriales deben aumentar sus esfuerzos regulatorios y de supervisión hacia los facilitadores.
En lo que respecta al secreto empresarial, los gobiernos deben, si aún no lo han hecho, establecer registros centrales para registrar y rastrear a los beneficiarios reales de las empresas: aquellos que En realidad poseer y controlar empresas. También es crucial que brinden al público un acceso adecuado a la información sobre los beneficiarios finales de las empresas. Al menos todos los que desempeñan un papel en la prevención, detección y procesamiento de posibles casos de delitos financieros (incluidas las autoridades, la sociedad civil, los medios de comunicación y los propios seguidores) deberían tener ese acceso a los datos.
Al mismo tiempo, la comunidad internacional debe aumentar la presión sobre los centros financieros para que implementen adecuadamente reformas de transparencia sobre los beneficiarios reales. Debería alentar a los países que han optado por no hacer que los registros de beneficiarios reales sean ampliamente accesibles a garantizar que al menos las autoridades competentes extranjeras puedan consultarlos directamente. La próxima conferencia de signatarios de la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción es una oportunidad crucial e inmediata para hacerlo.
Los patrocinadores no financieros han pasado desapercibidos durante demasiado tiempo. Es hora de examinarlos bajo el microscopio y cerrar las lagunas que aprovechan para apoyar la corrupción.
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