París, 1876. Un rumor extraordinario circula entre la alta sociedad. El conde Ferdinand de Lesseps, el hombre que había hecho el gran avance siete años antes. el canal de suez Para mayor gloria de Francia, «se está pensando en un asunto aún mayor», escribe el editor Hetzel a un amigo. A sus 71 años, «lo ve como una ocupación para su edad verde», dice su biógrafo Ghislain de Diesbach, Lesseps que primero pensó en crear un mar en medio del mar. Sáhara, se propuso conectar los océanos Atlántico y Pacífico abriendo una vía fluvial a través del istmo centroamericano. Suficiente para ahorrar miles de kilómetros a los barcos obligados a sortear el continente americano por el Cabo de Hornos. Si la idea es brillante, Lesseps ignora que este loco proyecto resultará en pérdidas y creará un escándalo político y financiero que sacudirá a la Tercera República.
La idea de un canal que cruzara las dos Américas ya rondaba muchas mentes aventureras, por no decir aventureras. En el siglo XV, el navegante y explorador español Álvaro de Saavedra había fijado el lugar del avance en el corazón de Panamá antes de su muerte con su máxima «Hay montañas, pero también hay armas para el rey de Castilla». en un naufragio. 1534 el emperador Carlos Quinto había ordenado una exploración del istmo. La necesidad de cavar profundos valles en el corazón de una selva insalubre y domar el río central, el impetuoso río Chagres, había hecho desistir al sabio monarca (…)
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